Discurso Philippe HUNZIKER

Vendredi, août 28, 2015

Hasta abril de este año tuve el privilegio de ser Presidente de la Asociación Cultural Julio Verne. Macarena Corlazzoli, mi sucesora, ha tenido la gentileza de permitirme dirigirme hoy a ustedes, los graduandos, en su lugar. Les hablo en nombre de la Asociación, y me parece que no faltaré a ese propósito si les hablo desde una postura más bien personal.

Recuerdo que, cuando me gradué de este colegio, hace 26 años, mi madre quiso tomarse una foto de estudio con sus tres hijos (yo soy el mayor), pues temía que fuera su última oportunidad de hacerlo.

Llevaba yo entonces un pelaje largo sobre los hombros, parecido quizás al de algún graduando en este salón. Ansioso de comenzar a hacer valer mi autonomía, decidí que me haría para la ocasión lo que entonces se conocía como una trenza francesa. Sí oyeron bien, una trenza francesa. La elección no tenía con la nacionalidad del peinado ni con mi lealtad a este establecimiento, sino con una extraña noción estética. 

Mi madre estaba indignada por la afronta y yo, necio, tuve que verla soltar una lágrima de enojo para ceder. Entender que más que autónomo, estaba siendo inmaduro, requeriría todavía algunos años, por supuesto. No es imposible, incluso, que todavía no haya terminado de comprenderlo.

La vida siendo, como es, irónica y aparentando, como aparenta, ser justa, le ha conferido a mis hijos el odioso hábito de dejarme plantado en sus propias Ceremonias de Graduación. Me ha sucedido dos veces con dos hijos, cosa que no es en realidad tan grave: como Padres del Colegio Julio Verne tenemos la posibilidad de asistir dos años seguidos a la graduación de nuestros hijos.

Así, Dominique está hoy en Oaxaca, México, dando un concierto y yo, dentro de unos momentos, subiré a este escenario a recibir su diploma por ella, pero sin ella. 

Y mientras tanto, me descubro reflexionando acerca de las lecciones a las que me invita esta particular situación.

Nos quedamos, los padres, a la retaguardia, recogiendo los pedazos que quedan cuando despega un cohete. Algo de nosotros se regocija de ese papel contemplativo que nos vemos llamados a jugar.

Hoy ustedes son adultos. Como padres no podemos no recordar aquellos años, anteayer, cuando los dejábamos en la escuela maternal. Hoy los vemos alejarse en otras direcciones y ustedes ya no vuelven a ver hacia atrás. Y esa es también una felicidad.

El Colegio ha hecho un gran trabajo. Lo hace cada año, todos los años. Y lo ha hecho particularmente bien con ustedes: sus resultados en las pruebas de hace unos días nos muestran que están listos para más que cualquier cosa, están listos para cosas grandes.

Conozco y comparto con ustedes la profunda admiración que sienten por los profesores que han tocado sus vidas. Mañana mismo podrán ustedes, desde sus distintos caminos, ser eso mismo para quienes vienen detrás suyo.

Como padres, quizás no lo hayamos hecho tan mal. Esta es una de las promociones más hermosas y admirables que he podido conocer. Ha sido un privilegio verlos convertirse en adultos. No hay otro lugar en el que preferiría estar al momento de este evento que con ustedes, algunos de los mejores amigos de Dominique.

Para lo que voy a decir para terminar, debo usar la expresión “de aquí en adelante”, que equivale al francés “dorénavant”, pero preferiría usar una expresión que signifique lo que significa “desormais” que siempre me ha parecido que conlleva una gravedad, una inevitabilidad y una naturalidad de la que carece cualquier equivalente español.

Mesdemoiselles, messieurs, nous voilà, désormais, concitoyens. 

Señoritas, señores, somos, de ahora en adelante, conciudadanos.

Bienvenidos a la cuidadanía. 
Nous vous y accueillons pleins d’espoirs.

Sabemos que están ustedes, y que pronto estaremos nosotros, a la altura de lo que este encuentro entre nuestras generaciones requiere.